Para bien o para mal, nuestros sentimientos nos siguen e influyen en las personas y situaciones que nos rodean. Por mucho que intentes ocultarlos, están presentes. ¿Y la buena noticia? Jesús y sus seguidores también tenían grandes sentimientos. Desde la alegría hasta la ira, pasando por todo lo demás, podemos descubrir cómo normalizar nuestros sentimientos, procesarlos de forma saludable y utilizarlos como un camino para conectar con Dios.