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Los niños y los estudiantes se preguntan: ¿Por qué le importa a Dios con quién me acuesto? La realidad es que todos deseamos intimidad. Y aunque ese deseo no es malo, la forma en que lo satisfacemos puede causarnos daño a nosotros mismos y a los demás. Tanto la cultura estadounidense como la Iglesia estadounidense han errado el tiro en cuanto a la finalidad de la sexualidad y la forma de administrarla. Imaginemos una visión más hermosa de la sexualidad cristiana que cuide de toda la mente, el cuerpo y el alma.