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¿De qué sirve conocer la Buena Nueva si no estás dispuesto a compartirla? La mayoría de las veces, la gente se convence más por la transformación que ven en tu vida que por tus palabras. Cuando compartimos nuestras vidas y nuestras historias con los demás, tomándonos el tiempo necesario para entablar relaciones auténticas, ¡reflejamos la historia de Dios!