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El pueblo de Dios tuvo que maniobrar a través del desierto para llegar a su promesa. Todos experimentamos momentos de incertidumbre o de desierto en nuestras propias vidas, en los que nos encontramos entre el lugar en el que estábamos y el lugar al que Dios nos llama. Para seguir avanzando se necesita tenacidad, valor y una fe profunda.