"Esta vez se va a cumplir". Me lo he dicho más veces de las que puedo contar. Lo he rezado. Lo he escrito en mi diario.
Como joven creyente, siempre parecía tener un trillón de preguntas, la mayor de las cuales era esta: "Si me llamo cristiano, ¿por qué sigo pecando?".
Me tumbé en la cama del hospital mirando el globo con la cara sonriente y brillante que contrastaba con las paredes pintadas de beige.
¿Sabías que el famoso himno "Amazing Grace" comienza con un verso de la historia del hijo pródigo?
"Necesito que reces por mí". Un correo electrónico de siete palabras que cambió mi vida para siempre. Momentos antes, había estado acurrucada en el suelo de mi estudio, llorando, sola y contemplando el final...
¿A quién no le gusta una buena fiesta? Las fiestas son una forma maravillosa de celebrar un logro. El objetivo de una fiesta es reunir a la gente, compartir una experiencia y construir un recuerdo.
El novelista estadounidense Ernest Hemingway escribió una historia sobre un padre y su hijo adolescente. En la historia, la relación se había vuelto algo tensa y el hijo adolescente se escapaba de casa.
Mis padres están divorciados y se han vuelto a casar. Es parte de mi historia, y me guste o no, esta realidad afecta a mi manera de encontrarme con la parábola del hijo pródigo de Jesús.
Podría escribir muchas cosas sobre la historia del hijo pródigo. Yo fui pródigo en una época y también lo fueron varios de mis hijos.