Adiós, crisis de identidad

Nancy Hatcher, escritora voluntaria, South Barrington | 12 de febrero de 2025

Pero vosotros sois un pueblo elegido, un sacerdocio real, una nación santa, posesión especial de Dios, para que anunciéis las alabanzas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. En otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia.
1 Pedro 2:9-10


Hace ya mucho tiempo, Dios creó esta estrella: mi primera niña. Durante el primer año, cada vez que la oía despertar, me sentía como si fuera la mañana de Navidad. No podía tener suficiente de ella.

Y en un abrir y cerrar de ojos, la estábamos dejando en una residencia de pacotilla con una compañera de habitación a la que ni siquiera conocía. Inconsolable, me sentí abandonada por mi chica de la "mañana de Navidad".

Supongo que estaba sufriendo la primera crisis de identidad de mi vida. ¿Quién era yo sin mi chica?

Me sentía sola, completamente sola. 

Quizá sepas lo que se siente cuando la persona a la que has amado durante muchos años te ha traicionado, o cuando alguien a quien querías más que a la vida misma ha pasado de nuestro mundo al Cielo. O tal vez te sientas solo a causa de una indiscreción que has cometido y que te parece imperdonable. No sé tú, pero el pecado, cuando no me he confesado, también me hace sentir terriblemente solo. 

Pedro, el autor de nuestro pasaje de hoy, traicionó a Jesús tres veces. ¿Se imaginan cómo se sintió Pedro después de años de pasar tiempo con el Salvador? Probablemente ni siquiera recordaba quién era en Cristo: una importante crisis de identidad. Después de la resurrección, antes de ascender al cielo, Jesús lo perdonó. Pedro pasó entonces a escribir libros en la Biblia y se convirtió en una persona que declaró la esperanza que tenemos en Jesús durante el resto de su vida.

La identidad de Pedro ya no se formaba en lo que hacía para ganarse la vida, el tipo de padre que era, o incluso el tipo de amigo que era. Pedro aprendió a permanecer en Jesús, o en otras palabras, a vivir una vida con Dios.

En 1 Pedro 2:9, Pedro nos dice que somos Sus posesiones reales y especialmente escogidas. También nos llama a confesar nuestros pecados, convertirnos, permanecer en Su gloriosa luz y permanecer en Él, que no es sólo una relación superficial, sino un vínculo estrecho e indestructible.

Es la mejor noticia: Dios nunca te abandonará. Si decides aceptarlo, tu identidad reflejará a Cristo en ti. 

He dicho adiós, crisis de identidad. Espero que tú también lo hagas.

Próximos pasos

Si tienes tiempo, lee y medita en Juan 15:4-7 sobre permanecer en Jesús. ¿Qué te ayudará a permanecer? Considera involucrarte en un Estudio Bíblico, Arraigado, o un Grupo de Servicio. En Willow hemos encontrado que "hierro afila hierro". Escucha esta vieja pero verdadera cancion: Nunca Caminaras Sola.