¿Puede ayudarme?

Dan Lovaglia, Pastor del Campamento Paradise | 19 de febrero de 2025

Porque así se adornaban las santas mujeres del pasado que ponían su esperanza en Dios. Se sometían a sus propios maridos, como Sara, que obedecía a Abrahán y lo llamaba su señor. Vosotras sois sus hijas si hacéis lo que es justo y no cedéis al miedo.

Maridos, sed igualmente considerados en la convivencia con vuestras mujeres, y tratadlas con respeto como a compañeras más débiles y como a herederas con vosotros del don gracioso de la vida, para que nada obstaculice vuestras oraciones.
1 Pedro 3:5-7


Confesión: No tenía tantas ganas de escribir el devocional de hoy como tú de leerlo. Lo que Pedro, el discípulo de Jesús, habla sobre los hombres, las mujeres y el matrimonio era y sigue siendo un tema delicado. Podríamos saltarnos versículos inquietantes en favor de escrituras menos delicadas, pero eso sólo perpetúa los problemas a los que nos enfrentamos. En lugar de esconder la cabeza, abramos el corazón y descubramos qué verdades nos dice la Palabra de Dios sobre la persona.

El otro día me llamó mi mujer y me pidió que la ayudara. Queríamos cambiar la alfombra grande del salón y encontró la perfecta en Facebook Marketplace. Curiosamente, el vendedor era nuestra cuñada. Mi mujer y yo fuimos a pagar y a recoger la alfombra porque ella sabía que era demasiado grande para meterla sola en el coche. Tiene sentido, ¿verdad? ¿Qué tiene esto que ver con el pasaje de hoy?

Tendemos a leer nuestra experiencia personal y realidad cultural en 1 Pedro 3:5-7 en lugar de hacerlo al revés. Podemos sentirnos confundidos (¡y potencialmente enfadados!) por los versículos que comunican que las esposas se someten a los maridos (v. 5-6) y que llaman a las esposas la pareja más débil (v. 7). Mi esposa y yo odiamos que pasajes como estos sean manipulados hoy en día para apoyar todo tipo de enseñanzas falsas sobre la persona y el matrimonio. La esencia de lo que se enseña es que tanto el hombre como la mujer son salvos por la gracia de Dios, y ambos deben tratarse mutuamente con respeto, sumisión y consideración. Ni el marido ni la mujer tienen permiso para ejercer poder sobre el otro. Un aire de superioridad -física, emocional, intelectual, moral, espiritual, relacional o de otro tipo- no tiene lugar entre iguales creados por Dios. Una mala interpretación es engañosa, por lo que es importante que dediquemos tiempo a estudiar lo que se dijo originalmente y por qué. Ahora volvamos a nuestra nueva alfombra del salón.

A mi mujer no le molesta ser menos fuerte físicamente que yo para algunas tareas, pero tampoco me burlo de ella por ser "más débil". Hay muchos aspectos en los que ella es mucho más fuerte que yo. Cuando llegó el momento de meter la alfombra en el coche, mi cuñada y yo nos pusimos manos a la obra. Pero, para nuestra sorpresa, mi mujer y yo hicimos lo mismo en casa.

¿Por qué nos importa a ti y a mí este ejemplo cotidiano? No hay drama. Sin faltas de respeto. Sin luchas de poder. Sin divisiones de género. Cada uno hizo su parte como persona, no como hombre o mujer en competencia o disputa. Aunque no todas las situaciones -en casa, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia o en cualquier otro lugar- se desarrollan de esta manera tan sencilla, la palabra de Dios tiene mucho que enseñarnos sobre el amor y el respeto mutuos entre las personas, independientemente de que sean hombres o mujeres.

Próximos pasos

Dejando a un lado el estado civil, ¿de qué manera el pasaje de hoy te desafía a ser más respetuoso, sumiso y considerado con cualquier persona que Dios ponga en tu vida?