Con los pies en la tierra
Dan Lovaglia, Pastor del Campamento Paradise | 6 de diciembre de 2024
Llegó, pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de la parcela que Jacob había dado a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob, y Jesús, cansado como estaba del viaje, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía.
Juan 4:5-6
Nadie define "con los pies en la tierra" como Jesús. Utilizamos esta expresión cuando nos encontramos con alguien que tiene los pies en la tierra y es genuino, real y cercano. Pero cuando la deidad decide dejar todo eso a un lado, para entrar en la rutina diaria, eso es extraordinario.
A medida que nos acercamos a la Navidad, se nos recuerda que Cristo hizo lo inimaginable: eligió voluntariamente acercarse lo más posible a personas como tú y como yo. Aprecio especialmente la visión que Juan tiene de Jesús. A partir del capítulo 1, descorre el telón sobre cómo el Señor bajó del cielo para caminar en las sandalias de la humanidad. Juan 1:14 en el Mensaje pinta una imagen vívida: "El Verbo [Jesús] se hizo carne y sangre, y se trasladó al barrio". No se puede ser más realista.
Juan 4 tiene mucho que decir sobre lo lejos que llegó Jesús para llegar a la gente. La mujer samaritana del pozo no esperaba encontrarse con un rabino judío, y mucho menos con el Salvador del mundo, plenamente divino y plenamente humano. Pero hay otra capa en el encuentro, algo tan terrenal que fácilmente lo pasamos por alto. ¿Estás preparado? Después de una caminata de 50 kilómetros, Jesús descansó junto a un pozo en medio del calor del día, mientras su equipo se iba a comer.
Aunque nacer en un pesebre puede parecer un cuento de hadas, no hay nada sensacional en que Cristo estuviera cansado, hambriento y sediento. Es tan sencillo y similar a lo que vivimos cada día y a lo largo de la vida. Podemos simpatizar con la fatiga del Señor en el desierto, con sus lágrimas por los amigos y desconocidos que sufren, e incluso con su agonía física antes de morir. Jesús tenía los pies en la tierra y, como sabemos, la vida terrenal pasa factura a las personas finitas.
Hoy, reflexionemos sobre la realidad de que el Hijo de Dios nos ama tanto a ti y a mí que eligió ser confinado a un cuerpo humano. Es increíble, ¿verdad? Él no tenía que limitarse de esta manera, pero lo hizo. La próxima vez que busques un vaso de agua, necesites algo de comer o te seques el sudor de la frente, recuerda que tienes los pies en la tierra y que Jesús también los tenía.
Próximos pasos
Da un largo paseo con Jesús este fin de semana. Invita a un amigo a que te acompañe. Elige una hora y un punto de partida, y cíñete a ellos aunque no haga buen tiempo. Cuando tengas frío o calor, sed o cansancio, reflexiona sobre la realidad de que Dios te ama tanto que decidió ser "realista" contigo.