Duke
Mary Olsen, escritora voluntaria, South Barrington | 7 de noviembre de 2024
Jesús los reunió y les dijo: "Sabéis que los que son tenidos por jefes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus altos funcionarios ejercen autoridad sobre ellos. No es así con ustedes. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.
Marcos 10:42-45
Cuando abro la puerta trasera de mi camioneta Ram 1500, mi perro labrador negro salta inmediatamente. Duke está sentado atrás, con su sonrisa de perro. No tiene ni idea de adónde vamos. Podríamos ir a un parque o al veterinario. Aunque se lo digo, no lo entiende. Simplemente sabe que puede confiar en mí. Prefiere estar conmigo viajando hacia lo desconocido que en casa sin mí. Esta es una imagen de cómo debo confiar en Dios. Dios comienza con un liderazgo de servicio y construye una relación conmigo, antes de pedirme que obedezca.
Yo soy el ser superior a Duke, pero le demuestro un liderazgo de servicio. Le doy de comer, le doy agua, le acaricio, le cepillo, le vacuno y le ejercito. Pongo límites para protegerle de cualquier daño con una valla y una correa. Duke se sienta cuando le digo "siéntate" y viene cuando le digo "ven". Este mestizo del refugio me responde desde el respeto y el cariño. He desarrollado una relación con él como su cuidador, así que quiere complacerme: "¡Buen perro!".
Sin embargo, no siempre es obediente. Antes de un paseo le digo: "No cenaremos ardillas". Y aun así se lanza cuando pasa una. No siempre nos resulta fácil obedecer a Dios porque nuestra naturaleza humana nos obliga, pero el beneficio de la obediencia supera la lucha.
Está claro que la distancia entre mi inteligencia y la cognición de mi perro es insignificante comparada con el salto infinito que hay entre Dios y yo, pero Dios está usando esta imagen de palabras para ayudarme a ver que soy un cachorro rescatado en la familia de Dios. Quiero saltar por cada puerta que Dios abra sin miedo a lo desconocido, confiando plenamente en Él. Dios es gentil y paciente cuando no entiendo a dónde me lleva. Sus caminos son mucho más elevados que los míos, por supuesto, no lo comprendo todo con mi mente limitada. Confío en que Sus cercas y restricciones nacen del amor protector. Él me amó primero. Deseo amarlo a cambio y seguir el ejemplo de Jesús convirtiéndome en un siervo líder. Anhelo complacer el corazón de Dios para que, cuando lo vea cara a cara, oiga: "Bien, buen siervo y fiel" (Mateo 25:23).
Próximos pasos
Deja que el amor de Dios te inunde. No trabajes, no lleves un diario, no hagas preguntas introspectivas. Siéntate en silencio. Deja que el amor de Dios te rodee. Sólo puedes pasar a una fase de servicio sincero cuando te desbordas con el amor de Dios. Deja que el amor de Dios te inunde primero.