El plan de Dios está por encima de una vía intravenosa
Jenna Brooke Carlson, escritora voluntaria, Huntley | 25 de octubre de 2024
"Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Lucas 22:42
Y sabemos que en todas las cosas obra Dios para el bien de los que le aman, de los que han sido llamados conforme a su propósito.
Romanos 8:28
Cada siete semanas, veo cómo una vía intravenosa gotea medicación en mis venas. A menudo me pregunto: "¿Por qué yo?". ¿Por qué me eligió Dios para soportar este peso? Vivir con una enfermedad crónica conlleva muchos retos, entre ellos las infusiones programadas con regularidad para mantenerme lo más sana posible.
Parece injusto tener que soportar el sufrimiento de una enfermedad crónica, pero como muchas cosas en mi vida, Dios permitió que sucediera. Puede que no entienda por qué, pero sé que Dios puede obrar para bien.
Antes de ser crucificado, Jesús preguntó a Dios si estaba dispuesto a quitarle el sufrimiento inminente. Conocía el dolor que le esperaba. Sabía que iba a ser torturado y crucificado por los pecados del mundo. Sin embargo, en sus siguientes palabras se sometió a la voluntad de Dios. Dice: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Aunque Jesús sabía que se enfrentaba a una tortura terrible, conocía el propósito mayor que había detrás del sufrimiento.
Dios no le quitó la copa, sino que le envió un ángel para fortalecerle. Jesús clamó a su Padre, y Él le escuchó. No cambió su situación, pero no le dejó solo. Aunque Dios permite que sucedan cosas difíciles en nuestras vidas, no nos deja solos para soportarlas. Su poder omnipresente siempre está ahí para sostenernos a través del dolor y la confusión.
Acepto que vivo con una enfermedad crónica. Puedo pedirle a Dios que me la quite, y un día puede que lo haga, pero mientras tanto, puedo aceptar mi situación y creer que Dios la está obrando para bien. Ya sé que vivir con una enfermedad ha hecho crecer mi empatía por otras personas que viven con enfermedades crónicas y me ha hecho querer estar a su lado en su sufrimiento.
Jesús conocía el plan de Dios, y aunque yo no lo conozca, puedo confiar en sus caminos. Ser humilde significa dejar de lado el orgullo y la idea de que yo sé cómo llevar mejor mi vida. Porque, seamos sinceros, no lo sé. En cambio, cuando me someto a la voluntad de Dios, sé que sus propósitos son más elevados que cualquier cosa que yo pudiera haber imaginado.
Próximos pasos
¿Qué hay en tu vida que te cuesta aceptar? Tráelo a Dios en oración. Comparte tus sentimientos y sabe que puedes confiar en Él a través de todo.