Blanco como la nieve

Lindsey Zarob, Directora de Contenidos, Central Ministries | 8 de julio de 2024

Lavaos y limpiaos.
Quitad de mi vista vuestras malas acciones;
dejad de hacer el mal.
Aprended a hacer el bien; buscad la justicia.
Defended al oprimido.
Defended la causa del huérfano
defiende a la viuda.
"Ven ahora, vamos a resolver el asunto,"
dice el Señor.
"Aunque vuestros pecados sean como la grana
serán blancos como la nieve;
aunque sean rojos como el carmesí,
serán como la lana.
Isaías 1:16-18


La noche había transcurrido como cualquier otra. Llegó la hora de acostarse y, como si nada, mis hijos olvidaron su rutina. Eso sí, es la misma rutina que han seguido toda la vida: entonces tenían 8, 10 y 11 años. No obstante, siguieron haciendo el tonto y hubo que recordarles una y otra vez que lavarse los dientes formaba parte del proceso. 

Por fin estaban instalados en la cama, o eso creía yo, cuando uno de ellos entró en la habitación familiar y dijo con voz temblorosa: "Mamá, ¿puedo hablar contigo?". Los seguí a su habitación y mi hijo empezó a llorar. "Tengo que decirte algo, mamá. Y es muy, muy malo. Muy malo". 

"Vale, cariño, te escucho". 

Con un poco de persuasión y a través de fuertes sollozos y respiraciones profundas, este bebé mío (no realmente mi bebé, pero ya sabes, cada uno de ellos siempre será mi bebé) finalmente compartió lo que estaba destruyendo su pequeño corazón. Una vez que la "cosa" salió a la luz, pudimos hablar sobre cómo reparar las consecuencias de su pecado. Pero lo primero que hice fue abrazar a ese niño y recordarle quién es a mis ojos y a los ojos de Dios. Cometieron un grave error, y tendrían que sufrir las consecuencias, pero también serían amados a través de todo ello, y esta mamá suya no les permitiría llevar su error como su identidad.  

Los profetas del Antiguo Testamento lanzaban mensajes en los que acusaban a los israelitas de romper la Alianza de Moisés que Dios había establecido con ellos. Pero el mensaje de los profetas rara vez terminaba ahí. Casi siempre mostraban al pueblo cómo enmendarse y le recordaban la llamada de Dios para que viviera como el pueblo de Dios. 

Puede que el Espíritu Santo haya sido la voz profética que llevó a mi hijo a confesarse, no estoy segura. Pero sí sé que expresar nuestro dolor y cambiar nuestro comportamiento ayuda a restaurar nuestras relaciones con los demás y con Dios. "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).

Próximos pasos

Lee el pasaje de la Escritura de hoy y toma nota de lo que más te llame la atención. Si al principio no te dice nada, vuelve a leerlo, incluso en voz alta. Intenta escribir en un diario lo que te venga a la mente.