Venganza y rencor

Ed Miskovic, Escritor Voluntario, Huntley | 29 de julio de 2024

Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido asesinados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que habían mantenido. Clamaron a gran voz: "¿Hasta cuándo, Señor soberano, santo y verdadero, hasta que juzgues a los habitantes de la tierra y vengues nuestra sangre?". Entonces a cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que esperaran un poco más, hasta que el número completo de sus consiervos, sus hermanos y hermanas, fueran asesinados igual que ellos.
Apocalipsis 6:9-11


"¡Deja de mear en la alfombra!" En algún lugar, un juguetón caniche miniatura, a su tiempo, obedece con un último chorro. Es una represalia habitual. A veces, los animales se resienten de nuestras decisiones o acciones y se vengan. El rencor y la búsqueda de venganza parecen innatos en todos los animales, incluidos los humanos, y aparecen en muchas historias de la Biblia: basta con leer gran parte del Antiguo Testamento.

Pero las instrucciones de Dios sobre la venganza y el rencor son claras. "Mía es la venganza; yo pagaré" (Deuteronomio 32:35). Pablo, en su epístola a los Romanos, dice: "No os venguéis, queridos amigos, sino dejad espacio para la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor" (Romanos 12:19).

En los versículos de hoy, las almas de los mártires claman, preguntando cuánto tiempo tienen que esperar hasta el día del juicio, cuando sus muertes serán vengadas. Sus palabras, "Vengad nuestra sangre", me dieron vueltas en la cabeza. Qué poco bíblico, pensé en mi primera lectura de Apocalipsis 6:9-11. Al pensar en su clamor a la luz de la promesa de Dios de "pagar", recordé la diferencia entre venganza y justicia: la venganza quiere hacer daño, mientras que la justicia quiere corregir el mal.   

Si hemos sufrido directamente a causa de guerras, genocidios, emigraciones forzadas, crímenes militares, decisiones gubernamentales injustas e inhumanas, y/o por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, tener el deseo de venganza es propio de la naturaleza humana. Sin embargo, se nos instruye para que lo dejemos en manos de Dios y en el momento oportuno. Pero es algo hacia lo que debemos avanzar.

Así que, en el trato con nuestros perros (o gatos), démosles un respiro: una especie de práctica para preparar nuestros corazones para los momentos en que podamos ser gravemente agraviados por otros.

Próximos pasos

Tómate unos momentos para reflexionar sobre tu propio corazón. ¿Hay casos en los que, si eres sincero, estás más interesado en la venganza que en la justicia? Ora con Dios sobre estos pensamientos y, cuando sientas la necesidad de vengarte o de guardar rencor, considera nuestras claras instrucciones de amar a nuestro prójimo y a nuestros enemigos (Mateo 5:43).