Ve y no peques más
Veronica Burlock, Pastora de Culto, Wheaton | 13 de junio de 2024
Por tanto, puesto que tenemos un gran Sumo Sacerdote que ha subido a los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengámonos firmes en la fe que profesamos. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero no pecó. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia de Dios, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4:14-16
Hace poco tuve una conversación intensa con un amigo maravilloso. ¿Has tenido alguna vez un amigo tan afín que es casi como tener una gran conversación contigo mismo? Fue una de esas conversaciones. Empezamos a hablar de la historia bíblica de la mujer que fue sorprendida en adulterio en Juan 8. En caso de que no estés familiarizado con la historia, no te preocupes. En caso de que no estés familiarizado, los fariseos trajeron a una mujer a Jesús para ser apedreada porque fue sorprendida en el acto de adulterio. Entonces Jesús se inclinó para escribir en el suelo y dijo: "Que cualquiera de vosotros que esté libre de pecado sea el primero en arrojarle una piedra" (v.7). Escribió más en el suelo y entonces la gente empezó a alejarse hasta que no quedó nadie. Aquí es donde se pone bueno. Jesús pregunta a la mujer: "¿Nadie te ha condenado?". Ella respondió: "Nadie, señor", y entonces Jesús dijo: "Entonces yo tampoco, vete y no peques más".
Vete y no peques más. A menudo pasamos mucho tiempo en la parte en la que Jesús no la condena y nos saltamos el "vete y no peques más". ¿Por qué? Si Jesús se hubiera detenido en "no te condeno", podríamos argumentar que Jesús está de acuerdo con que permanezcamos en nuestro quebrantamiento. Si soy honesto, tengo temporadas en las que sólo quiero apoyarme en mi quebrantamiento y decirme a mí mismo que Dios está de acuerdo con ello y que entiende de dónde vengo. Aunque es cierto que Jesús no me condena y que me entiende (ver la Escritura de hoy), me dice que me levante y no peque más porque me ama. Es el proceso de santificación. El proceso de ser liberado del pecado. Debemos ser apartados del mundo aunque permanezcamos en el mundo.
Juan 17:19 dice: "Por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean verdaderamente santificados". Él estaba diciendo que se apartará a Sí mismo como sacrificio para que ellos, Sus discípulos y cualquiera que lo acepte, puedan ser hechos puros por el derramamiento de Su sangre que nos limpia de todo pecado. Esta es la única manera en que podemos ser hechos puros y santos. Permanecer en nuestro pecado, complaciendo nuestra carne, descansando en nuestro quebrantamiento nos impide ser santificados.
Próximos pasos
Pídele al Espíritu Santo de Dios que te muestre un área de tu vida en la que luchas por liberarte del pecado de alguna manera. Pídele a Dios que te ayude en esta área. Luego, lee Isaías 41:13: "Porque yo soy el Señor, tu Dios, que te toma de la mano derecha y te dice: "Yo te ayudaré"". Demuéstrale a Dios que recuerdas esto, la hermosa promesa que te hizo, devolviéndosela con gratitud y alabanza.