¡Oh, Dios! ¡Ayudadme!
Ed Miskovic, Escritor Voluntario, Huntley | 13 de marzo de 2024
Has llevado la cuenta de mis sacudidas; pon mis lágrimas en tu frasco. ¿No están en tu libro? Entonces mis enemigos se volverán el día en que los llame. Esto sé: que Dios está por mí. En Dios, cuya palabra alabo, en el Señor, cuya palabra alabo, en Dios confío; no temeré.
Salmo 56: 8-11
Mientras volvíamos a casa por una estrecha carretera de dos carriles, mi mujer y un amigo charlaban entre el asiento del copiloto y el asiento trasero. Al empezar una cuesta abajo, me pasé al carril contrario para adelantar a un camión Mack. Al acercarme a su izquierda, la gravedad hizo que el camión acelerara, igualando mi velocidad. Con los ojos muy abiertos, vi cómo el tráfico se acercaba cada vez más. Me sentí atrapado. No podía adelantar. Coches borrosos por delante. Me rendí en voz alta: "¡Oh, Dios! Ayúdame!" En ese momento, el camión pareció detenerse y deslicé mi minifurgoneta por delante de su alto parachoques cromado. "Uf, ha sido una respuesta a la oración", dije en voz alta con gran alivio. "¿Ha pasado algo?", preguntaron ambos.
Los versículos de hoy de los Salmos nos cuentan que David, al evadirse del rey Saúl, clamó a Dios. Pidiendo consuelo, demuestra a Dios que recuerda sus palabras: "Tú has llevado la cuenta de mis sacudidas; pon mis lágrimas en tu frasco. ¿No están en tu libro?". Le dice a Dios tú me conoces a mí y mis problemas: luchar contra un león para salvar ovejas, enfrentarse a Goliat y esquivar la lanza de Saúl. David lo expone todo ante Dios. Sobrevive y finalmente se convierte en rey y a través de su línea de descendientes nace Jesús.
Me asaltó la idea de que no hay ninguna persona que sepa todo por lo que he pasado. Ni mis padres, ni mi mujer desde hace 53 años, ni mis hijos. Ni yo conozco todos sus sufrimientos y traumas. Pero las palabras de David me reconfortaron. Mis lágrimas de angustia, y las tuyas también, son metafóricamente preservadas por nuestro Dios amoroso. Él conoce nuestros caminos desde antes de nacer y durante toda la vida.
Dios conoce toda nuestra vida como nadie. Consolémonos con eso cuando nos sobrevengan pruebas y tribulaciones. Acuérdate de gritar: "¡Oh Dios! Ayúdame!" Entonces, ten confianza como David.
Próximos pasos
Podemos caminar con el Señor como lo hizo David y como lo hizo Jesús cuando oraba al Padre. Jesús oró en soledad, en momentos de dolor (recuerda a Lázaro) y con sus últimas palabras en la cruz. ¿De qué maneras puedes caminar con el Señor en oración?