Imprevisibilidad Previsibilidad
Dan Lovaglia, Pastor del Campamento Paradise | 13 de octubre de 2023
No queremos que os volváis perezosos, sino que imitéis a los que por la fe y la paciencia heredan lo prometido. Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no había nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: "Te bendeciré y te daré mucha descendencia". Y así, después de esperar pacientemente, Abraham recibió lo prometido.
Hebreos 6:12-15
¿Cuándo fue la última vez que alguien te hizo una promesa y no pudo cumplirla? Puede ser tan simple como: "Nos vemos el viernes a las 19.00". O más significativa como: "Sé que ya lo he dicho antes, pero esta vez te lo devolveré".
No hace falta vivir mucho para experimentar una promesa rota. A veces nos ocurre a propósito. Más a menudo es el resultado de una persona imperfecta con grandes intenciones que hace una declaración o se compromete con nosotros y no la cumple. En cualquier caso, las promesas rotas hieren y rompen la confianza. El infractor puede disculparse, pero su credibilidad queda en entredicho hasta que se cumplen suficientes promesas para que la persona recupere su buena reputación. Y cuanto más tiempo pasa sin que se cumpla una promesa válida, más tendemos a cuestionar al prometedor.
En nuestro mundo, las promesas precipitadas hacen más mal que bien, pero esto no significa que las buenas promesas no sean posibles. Cuando se trata de Dios y de que cumpla Su palabra, debemos tener cuidado de no proyectar nuestra decepción humana sobre Su carácter o amor por Su creación. Nuestro Padre celestial dice lo que quiere decir, quiere decir lo que dice, y siempre tiene la capacidad de ser impredeciblemente predecible. Me explico.
Es impredecible saber cuándo cumplirá el Señor su promesa. Pero podemos predecir, con certeza, que el Señor siempre cumplirá.
En el pasaje de hoy, el autor de Hebreos nos introduce en el mundo de Abraham y en su relación con Dios para ofrecernos una lección sobre la fe activa. A lo largo de la historia, como se relata en las Escrituras, somos testigos de cómo el Señor hace y cumple sus promesas a personas como nosotros. La fidelidad de Dios es uno de sus rasgos eternos, que no podemos comprender plenamente. Es especialmente dura para nuestros corazones cuando hay que esperar (y esperar y esperar). A Abraham se le prometieron innumerables descendientes casi toda una vida antes de que él y Sara tuvieran un solo hijo. ¿Y nietos? Tuvieron que esperar (y esperar y esperar), siempre tentados de preguntarse cuándo, pero no si, el Señor cumpliría su palabra.
Por mucho que prefiramos que las promesas de Dios se cumplan en nuestro tiempo, no es así como funciona la fe. Tú y yo podemos tener la certeza, basada en su naturaleza y en su trayectoria, de que nuestro Padre celestial cumplirá. Crecer en la fe es una invitación diaria a aceptar la impredecible previsibilidad del Señor como hacedor y cumplidor de promesas.
Próximos pasos
Reflexionar sobre la fidelidad de Dios es un ejercicio que fortalece la fe. Escribe las promesas que el Señor te ha hecho y cumplido a lo largo de tu vida. Después, agradece a tu Padre celestial su imprevisibilidad.