Puntos ciegos

Laurie Buffo, escritora voluntaria, South Barrington | 6 de junio de 2023


"¿Por qué miras la mota de serrín en el ojo de tu hermano y no prestas atención a la viga en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Déjame sacarte la paja del ojo', cuando todo el tiempo hay una viga en tu propio ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano".

Mateo 7:3-5

Llevo mucho tiempo casado, y me atrevería a reconocerle el mérito de mi oración menos elocuente. La oración dice así: "Por favor, dale una patada en la cabeza al que lo necesite". Sé que suena impío, pero al menos es auténtico. El mero hecho de pronunciar esas palabras me tranquiliza cuando estoy enfadada y a la defensiva. Cambia mi perspectiva porque permite la posibilidad de estar equivocado. La mayoría de las veces, a pesar de mis palabras, uno de nosotros recibe un empujón del Espíritu Santo. Entonces, quien lo necesite, reconoce su error y se disculpa. Normalmente, el otro hace lo mismo.

Con frecuencia, nos centramos en los defectos de los demás y no vemos los nuestros. Nos apresuramos a juzgar y criticar a los demás, pero tardamos en examinarnos a nosotros mismos. Somos reacios porque nos sentimos a la defensiva ante nuestros defectos, como si reconocerlos significara que no merecemos amor o respeto.

El consejo de Jesús fue que nos quitáramos la viga de los ojos antes de intentar cambiar a los demás. Resulta contraintuitivo pensar que la liberación de la vergüenza y la culpa pasa por sacar nuestros defectos a la luz. Sin embargo, cuando examinamos nuestros defectos y pedimos a Dios que nos cambie, podemos eliminar las cosas que socavan nuestras relaciones. Aceptar nuestra necesidad de perdón nos libera para amarnos a nosotros mismos, y nos resulta más fácil aceptar a los demás tal como son. Cuando ya no tenemos una imagen pulida que proteger, queda espacio para que la luz de Dios brille a través de nosotros. La gente es más receptiva a escuchar nuestras preocupaciones desde ese lugar de humildad.

Cualquiera puede ser hipócrita de vez en cuando, pero a las personas que habitualmente ponen una fachada de santidad se les llama hipócritas. Jesús reprendió a los líderes religiosos hipócritas por su falta de sinceridad y dureza de corazón. A menudo mantenían prácticas espirituales por vanidad, no por devoción. Parecían justos, pero eran codiciosos y autocomplacientes. Afirmaban honrar a Dios pero intentaban socavar a Jesús. Los líderes religiosos hipócritas enfatizaban los detalles de guardar la ley, a menudo perdiendo su propósito. Por esta razón, descarriaron a mucha gente.

A lo largo del libro de Mateo, Jesús nos advierte que desconfiemos de las personas hipócritas. Para ello es necesario el discernimiento, que es distinto del juicio. No procede de un lugar de superioridad ni determina el valor. No trata de arreglar a las personas. Por el contrario, evita que nos descarriemos.

Todos tenemos puntos ciegos. Si los asumimos cuando se revelan y pedimos ayuda a Dios para cambiarlos, nos sentiremos completos de una manera que no podemos encontrar escondiéndonos bajo una fachada de perfección. 

Próximos pasos 

  • ¿Te cuesta reconocer y admitir tus fallos ante Dios y los demás? 
  • ¿Se te ocurre alguna situación en la que te encuentres en un punto ciego? Si no es así, pregúntale a alguien cercano a ti cuáles son tus puntos ciegos. Luego, dedica algún tiempo a procesarlos en oración.

Profundizar

Coge tu copia impresa si lo hiciste ayer o tu Biblia y marca todas las palabras repetidas y anota los contrastes, como en el versículo 6, en el capítulo.