Dale la vuelta a tu felpudo de bienvenida
Dan Lovaglia, pastor del campamento, Camp Paradise | 18 de mayo de 2023

Ahora que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. En verdad les digo: ningún siervo es mayor que su señor, ni un mensajero es mayor que quien lo envió.
Juan 13:14-16
Al entrar en la mayoría de las casas, encontrarás un felpudo de bienvenida al pie de la puerta principal. Algunos tienen la palabra "Bienvenido" en letras grandes. Otros son simplemente decorativos o funcionales, pero el mensaje es el mismo. Un felpudo de bienvenida facilita el paso del exterior al interior y viceversa. Sirve para que las personas crucen el umbral. Pero también es una barrera que nos separa de ellas. Eso es, hasta que se les da la bienvenida y se abre la puerta.
En nuestra casa, tenemos un tapete de bienvenida decorativo y funcional. Nadie ha comentado nada al respecto (hasta hoy). Pero la gente no necesita hacerlo. Conocen el carácter de la familia que vive en casa. Saben que a veces nuestra puerta está abierta de par en par a familiares, amigos y desconocidos, y, para ser sinceros, también hay momentos en que nadie más es bienvenido. La familia Lovaglia sabe que el corazón de nuestro hogar refleja la verdadera hospitalidad de nuestros corazones. A veces somos desinteresados al respecto, y a veces no. Pero con los años hemos descubierto que cuando invertimos nuestro tapete de bienvenida en nuestra mente y corazón, Dios nos abre la puerta para servir y ser servidos.
En la famosa Última Cena de Juan 13, Jesús hace lo que siempre hace: enseña y lidera con el ejemplo primero, allanando el camino para la transformación en ambos lados de la alfombra de bienvenida. No es necesario tomar literalmente el mandato de Jesús de lavar los pies para vivirlo en las relaciones. Él nos llama a encarnar una postura constante de humildad y hospitalidad hacia los demás y entre nosotros. Cuando esto sucede, se crea un espacio para que surja el servicio mutuo. Una comida compartida puede convertirse en una conversación conmovedora. Una herida curada puede resultar en sanación física, emocional, relacional y espiritual con el tiempo. Una habitación de invitados puede convertir el descanso en respiro, un espacio donde uno finalmente puede exhalar las presiones y los dolores de la vida. No importa si estamos llamando para entrar o recibiendo a quienes entran; podemos experimentar y brindar una hospitalidad que honra a Dios.
La próxima vez que salgas por la puerta, mira hacia abajo. Deja que el tapete de bienvenida te recuerde que no es solo una declaración externa para los invitados; es un recordatorio interior de quién te llama Cristo a ti (y a mí) a ser y a convertirnos.
Próximos pasos
- ¿Qué te impide ser más acogedor? Habla con Dios o con un amigo sobre cómo te gustaría vivir y amar a los demás más como Jesús.
- ¿Quién te ha recibido con los brazos abiertos durante una época difícil de tu vida? Envíale un mensaje o llámalo hoy mismo para expresarle tu gratitud por su humildad y hospitalidad.