Una bendición insólita
Jenna Brooke Carlson, Escritora invitada, Huntley | 12 de abril de 2023
Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para mostrar que este poder que todo lo supera viene de Dios y no de nosotros. Estamos acosados por todas partes, pero no aplastados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Llevamos siempre en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestro cuerpo.
2 Corintios 4:7-10
Se supone que los viajes de servicio mundial son algo bueno, y lo son, pero mi último viaje no lo pareció al principio. Al contrario, vino acompañado del peor dolor físico que he sentido en toda mi vida.
Tras regresar de la República Dominicana, experimenté los síntomas familiares de la reincorporación: molestias estomacales. Todos los días esperaba a que se me pasaran, como me había pasado en viajes anteriores. Sin embargo, esta vez fue diferente. En lugar de sentirme mejor cada día, empeoré.
Tumbado en mi cama una tarde, me preguntaba por qué Dios permitiría que me pusiera tan enfermo después de hacer una "cosa buena". Me sentí llamada a ir al viaje. Viví momentos increíbles y fui a ayudar a los demás. ¿Por qué sentía que estaba siendo castigada en lugar de bendecida por seguir las instrucciones de Dios?
Al sentir un dolor increíble y no poder retener nada en el estómago, acudí a urgencias, donde me ingresaron por colitis. Fue un largo camino, pero tras numerosas pruebas y once días en el hospital, me pusieron al cuidado de un gastroenterólogo que sospechó que padecía una enfermedad del intestino irritable.
Dos meses después, una colonoscopia confirmó el diagnóstico de enfermedad de Crohn. El diagnóstico resultó ser una bendición inusual. La enfermedad de Crohn puede ser difícil de diagnosticar. Aunque el viaje en misión no me había contagiado la enfermedad, sí me la había revelado. Ya había buscado ayuda por problemas estomacales, pero no había conseguido nada. Ahora, con un diagnóstico real, podía seguir adelante con el tratamiento.
Nuestros cuerpos no son invencibles. Estoy muy agradecida a Dios por haber dado a los médicos los conocimientos necesarios para suministrar la medicación necesaria para que mi frágil vaso sanguíneo pueda seguir funcionando para Su bien. Va a ser una batalla de por vida, pero sé que no estoy sola. Dios está aquí, cogiéndome de la mano durante los tratamientos y proporcionándome resistencia a lo largo del camino.
Dios puede obrar a través de nosotros sin importar las circunstancias. Mi vasija puede ser imperfecta, pero no está rota. El poder de Dios todavía puede obrar a través de mí. Mis grietas me ayudan a estar al lado de otros que sufren, animándoles y recordándoles que Dios sigue ahí.
Próximos pasos
- ¿Qué hay en tu vida que te hace sentir frágil? Háblalo con Dios. Pídele que te acompañe y te ayude a resistir.
- ¿Hay alguien en tu vida a quien le vendría bien un poco de ánimo? Coge el teléfono y recuérdale que Dios está con él.