Aleluya
Willow Creek | 10 de agosto de 2021
El Salmo 150 tiene sólo seis versículos, pero es un capítulo tan poderoso sobre cuándo alabar a Dios, por qué alabarlo y cómo alabarlo. Según el Salmo, alabar a Dios debería ser una prioridad. Entonces, ¿cómo es que a menudo se convierte en algo secundario frente a tantas cosas diferentes? Nos apresuramos a alabar a nuestros atletas, políticos y celebridades, pero para muchos de nosotros, alabar a Dios sólo ocurre durante unos minutos los domingos. Sin embargo, ¿qué dice el salmo? Comienza y termina con las mismas palabras: "Alabado sea el Señor". No dice: "Alabad al Señor cuando tengáis ganas", o "Alabad al Señor los domingos", o "Alabad al Señor cuando por fin consigáis ese ascenso"; simplemente dice: "Alabad al Señor".
Alabado sea el Señor. La palabra hebrea es Aleluya. Si observamos el Salmo 150, debemos alabar a Dios por sus actos de poder y por su grandeza sobrecogedora (versículo 2). El verso está escrito en tiempo presente, lo que significa que Dios está todavía poderoso y grande, y porque lo es, Él todavía merece nuestra alabanza. No estamos alabando a Dios sólo porque era poderoso o porque era grande; lo estamos alabando continuamente hoy porque sigue siendo y seguirá siendo. Él no necesita darnos más de lo que ya tiene, ni sanar a nadie, ni llenar nuestras cuentas bancarias un poco más; Él merece nuestra alabanza -ahora mismo- sólo porque Él es quien es.
Aunque estemos en una situación difícil, podemos encontrar motivos para alabarle. Podemos levantarnos y alabarle por el sol. Podemos alabarle por el aire de nuestros pulmones. Podemos alabarle por las personas que forman parte de nuestra vida, por los trabajos que tenemos, por las casas que habitamos, por los vehículos que conducimos, por la ropa que llevamos puesta y por muchas cosas más. Alabemos al Señor.
Durante el Día de Acción de Gracias, muchos de nosotros nos tomamos un tiempo extra para ser agradecidos; en lugar de una vez al año, hagamos de esto un evento de una vez al día. Alabémosle y démosle las gracias y exaltemos su nombre diariamente. Hay mucho que agradecer, justo donde estamos.
Y si es difícil encontrar por qué estar agradecido, qué tal esto: Dios envió a su hijo, Jesús, a vivir y morir por nosotros por un amor extremo y descarado. Gracias a Jesús, tenemos suficiente para estar agradecidos hoy, mañana y por toda la eternidad. Cuando pensemos en Jesús y en todo lo que ha hecho por nosotros, durante cualquier día y en cualquier momento, que esta palabra salga alegremente de nuestras bocas: ¡Aleluya!