La rabia no se guarda
Willow Creek | 12 de julio de 2021
Nuestro Dios es un Dios que perdona. Esto es lo que dice el Salmo 103: "[El Señor] perdona todos tus pecados" (versículo 3), "El Señor es compasivo y misericordioso" (versículo 8), "No acusará siempre, ni albergará su cólera para siempre; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras iniquidades" (versículos 9 y 10), y "Tan lejos como está el oriente del occidente, así ha alejado de nosotros nuestras transgresiones" (versículo 12). Qué preciosas palabras de gracia, ternura y curación.
Como seres humanos, vamos a dar un paso en falso y a quedarnos cortos: es nuestra naturaleza. Nosotros no podemos vivir vidas perfectas e impecables. A veces, vamos a albergar odio, falta de paz, y ceder a la lujuria. Sin embargo, es a través de Dios donde podemos encontrar el perdón. Cuando nos acercamos a Él y le pedimos misericordia, Él nos perdonará. Él no está esperando para golpear el martillo hacia abajo cuando hacemos nuestro próximo error; en cambio, Él está esperando que traigamos nuestros pecados a Él para que pueda limpiar nuestras pizarras.
Para algunos de nosotros, crecimos en entornos donde se nos enseñó a sentir una profunda culpa y vergüenza por nuestros pecados, lo que ha llevado a muchos de nosotros a creer que, "Dios es tan enojado conmigo. La he fastidiado y no puede esperar a lanzar su ira". Creemos que Dios actúa como nosotros: como humanos. Los humanos no son rápidos para perdonar; recordamos los errores, tiramos de la confianza y retenemos la gracia. Sin embargo, a través de Jesús, nuestro Dios no es un Dios de ira o de largas listas de pecados. Es un Dios de gracia increíble y misericordia sin límites. Depende de nosotros, ahora, liberarnos de lo que nuestra falsa imagen de Dios era y centrarnos en quien la Biblia dice realmente que Él es¡!
Está dispuesto a perdonar. Dios está dispuesto a escuchar nuestros pecados y lavarlos más blancos que la nieve (Isaías 1:18b). Y no se sorprende cuando cometemos errores; parte del libre albedrío es elegir libremente el mal. En lugar de dolerle, qué alegría le produce que uno de sus hijos comprenda sus errores contra su perfección y le pida perdón.